«concrete» ángel biyanueba

Cuando el crítico de arquitectura inglés Reyner Banham descubrió la expresión francesa béton brut, empleada por Le Corbusier para denominar hormigón crudo, decidió jugar con ambos idiomas y crear un nuevo término: brutalism. Este estilo tan peculiar parece estar de moda en los últimos años, pero fue repudiado en sus inicios alrededor de los años 50 en el viejo continente. En aquella época se le tachó de frío, sombrío, triste y fascista, ya que parecía que había renunciado a toda belleza estética solo para cumplir funciones prácticas y de funcionalidad.

Tras la Segunda Guerra Mundial Inglaterra fue posiblemente el país donde estas composiciones de hormigón llegaron a encajar mejor en aquella sociedad necesitada de viviendas tras los bombardeos, y al día de hoy se consideran iconos arquitectónicos de la cultura inglesa. Tomemos como claro ejemplo el panorama musical, empezando por el grupo musical UNIT 4+2 con su videoclip Concrete and Clay en allá por 1965 hasta el ya famoso Mountain At My Gate del conjunto inglés Foals en el reciente 2015. Ambos influenciados por la arquitectura brutalista, como tantos otros a los largo de los años en el Reino Unido.

Este último, Mountain At My Gate, se filmó integramente en Alexandra Road Estate. Consiguiendo de 13 millones de visitas en YouTube y parte del mérito lo tiene la impactante arquitectura de su alrededor. Este complejo de viviendas sociales, situada al noroeste de Londres, ha visto a lo largo de los años miles de turistas atraídos por su peculiar atmósfera. Por ello en varias ocasiones también se ha convertido en set de rodaje para varias series y películas, las última Kingsman: The secret service, protagonizada por Colin Firth o la nueva serie de ciencia ficción, Electric Dreams, una adaptación de las historias de Philip K. Dicks.

Pero la obra maestra del arquitecto Neave Brown es sola una muestra, ya que en el 2017 es casi imposible comprender la cultura londinense sin contar con edificios emblemáticos como la Trellick​ ​Tower, Barbican o National Theatre. Pero no siempre fue así, la mayoría de los edificios brutalistas tienen carácter social y por ello fueron y siguen siendo, por parte de un gran grupo de personas infraestructuras, muy poco populares.  Estos monstruos de hormigón suelen situarse en suburbios donde impera la clase trabajadora, la cual habita en masa en un espacio más bien reducido, donde el acabado deja bastante que desear y los inquilinos demandan constantes reformas.

Debido a la rapidez y sencillez con la que estos edificios de posguerra fueron erguidos, de ahí sus líneas rectas y carentes de ornamentación, no es poco frecuente su demolición. A raíz de ello grupos de ciudadanos piden al Gobierno inglés que mantenga en pie estos esqueletos geométricos.

La última polémica surge cuando el icónico aparcamiento de Wellbeck Street, situado en cerca de Oxford Street, fue vendido por a la cadena hotelera Shiva Hotels por unas 100 millones de libras. Este monumento histórico de la capital inglesa, diseñado en por Michael Blampied and Partners in 1968, dará a paso a un complejo hotelero de 10 pisos con más de 200 habitaciones, spa, restaurantes, bares y azotea.

Si nada cambia, en 2021 empezará la demolición de este popular edificio ya que el Historic Buildings and Monuments Commission for England declinó la propuesta de registrarlo en la lista de edificios de interés cultural, una de las razones ha sido que su demolición cumple con los planes de la ciudad de reducir el tránsito de los automóviles por el centro de la ciudad de Londres.

Amantes del brutalismo como SOS Brutalism siguen luchando hasta el día de hoy para que las autoridades cambien de opinión y que podamos seguir disfrutando de sus geometría que tanto gusta en Instagram.

Sin embargo, las expectativas de derogar su demolición siguen estando lejos de cumplirse, ya que, por lo que parece, la sociedad actual aún no está preparada para apreciar la romántica belleza que el brutalismo nos ofrece y por el momento una aplicación móvil para compartir fotos que perduran en tu retina milésimas de segundo no tiene la capacidad social para cambiar esto. Solo nos queda esperar que la pasión que despiertan estos edificios entre aficionados a la arquitectura y a la fotografía perduren, al igual que los cimientos de hormigón.

 

Texto e imagenes de Ángel Biyanueba (2017).

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