el edificio favorito de… francisco casas

Le Corbusier, Unité d’Habitation en Firminy (Francia), 1960. Photo : Olivier Martin-Gambier 2008 © FLC/ADAGP

Cuando Rubén me pidió que pensara en ello, hace tiempo, decidí que la Torre Velasca sería el edificio elegido para hablar de él como “mi favorito”. Ha pasado tanto tiempo y conozco tan bien este edificio, aún sin haberlo visitado excepto desde la distancia de las cubiertas del Duomo milánes, que no lo voy a hacer.

Ante la dificultad de elegir un único edificio como favorito, voy a trasladar el problema a Rubén, y voy a elegir dos: uno moderno y otro contemporáneo, evitando la nostalgia de la arquitectura anterior al siglo XX, lo cual haría aún mas difícil la tarea. No lo hago porque tenga dos edificios favoritos y no uno, sino por pura indisciplina.

Sí lo haré, aunque sea un lugar común, de la Unidad de Habitación, pero no la de Marsella ni la de Berlín, sino de una menos conocida, la de Firmini, que sí visité en mis tiempos de estudiante de arquitectura.

Veintitantos años después, encuentro fascinante todo lo que el edificio propone y que se hizo realidad construida. De hecho, me parece que esa utopía de ciudad vertical sigue vigente, fascinante y atractiva, ni mucho menos superada, bien al contrario, a la espera de que el mundo empresarial abrace un modelo como este y supere las ridiculeces y estrecheces del aprovechamiento del metro cuadrado vendible.

Es cierto que quizá la referencia original sea el Narkomfin de Moisei Ginzburg, recientemente restaurado, pero como ese edificio no lo he visitado, prefiero hablar de este edificio de Le Corbusier y mi experiencia visitándolo.

Al contrario de lo que probablemente ocurre ya, con vecinos hartos de visitas, mirones y arquitectos infiltrados en sus pasillos, en aquel momento, quizá a finales del siglo pasado, un par de amigos y yo pudimos visitar dos de los apartamentos en doble altura que se entrelazan en la muy estudiada sección que deja un único corredor o pasillo central cada tres alturas, todo un hallazgo que todavía hoy algunos arquitectos (Bjarke Ingels por ejemplo) siguen utilizando.

Siendo las unidades de habitación bien conocidas por todos, quizá interese más al lector confirmar el hecho de que los dos apartamentos que visitamos alojaban en su interior moradores muy felices de habitarlo, al contrario de lo que ocurre con otras viviendas donde la arquitectura moderna construyó (sin ningún remordimiento por parte de sus autores) auténticos espacios de martirio y sufrimiento para sus habitantes.

En Firmini, el imponente edificio de hormigón que coronaba una hermosa colina verde, una pareja de señoras de edad avanzada nos enseñaron orgullosas la vivienda, que era casi en su totalidad una reproducción de la original, de la que mantenía incluso la cocina y sus armarios. En la mezzanine había una mesa con un tablero de ajedrez, uso probablemente previsto para un espacio abierto, que en otras viviendas –nos explicaron- era directamente un dormitorio a pesar de la falta de privacidad.

En otro apartamento, donde vivían un par de jóvenes estudiantes igualmente orgullosos de habitarla y encantados de mostrárnosla a nosotros, curiosos estudiantes de arquitectura, estos estaban particularmente satisfechos con la pizarra de las puertas corrrederas de los dormitorios de la planta superior, que usaban constantemente, y con la doble altura y el conjunto que la terraza, el brise-soleil y el salón formaban. 

En ese mismo viaje visité otros tantos edificios de Le Corbusier, algunos magníficos como el Convento de La Tourette, y otros decepcionantes como la capilla Ronchamp, que no me gustó nada, ni en su condición escultórica y extrañísima por fuera, ni en su misticismo religioso (quizá por mi condición agnóstica) de un interior cuya luz no se parece en absoluto a lo que las fotografías captan en largas exposiciones con diafragmas muy cerrados que convierten lo mortecino en colorido.

OMA, Casa de la Música en Oporto (Portugal), 1999-2005. Photo © Yelkrokoyade

Mi otro edificio favorito, este mucho más reciente, es la Casa de la Música de OMA/Rem Koolhas en Oporto, también bien conocido por todos los arquitectos y que he tenido la suerte de disfrutar en varias ocasiones. He recorrido sus extrañas escaleras, espacios espejados y otros decorados con azulejos portugueses. También he desayunado en la cafetería de la planta baja y he asistido a un concierto en su auditorio principal con una programación de músicos nórdicos por el año nuevo (Sibelius, Carsen,…)

Siempre me ha parecido un edificio con interiores magníficos y cuya extraña puesta en escena en medio de una gran rotonda a medio camino entre el precioso centro de la ciudad y el extrarradio funcionaba muy bien como elemento contemporáneo donde patinadores y skaters se reunían.

Los ya conocidos desprecios por la forma y el contexto y otras críticas relacionados con el uso de un proyecto anterior de dimensiones mucho más reducidas para un programa diferente me parecen del todo irrelevantes y, en todo caso, me sirven para confirmar su absoluta radicalidad, oportunidad y contemporaneidad.

Como el edificio ha sido muy bien explicado por Rafael Moneo en su momento (1),  y por otros tantos autores aquí (2) no añadiré nada más para no extenderme.

Gracias, Rubén, por la oportunidad de escribir para tu fantástico blog.

Texto e imagenes seleccionadas por Francisco J. Casas (2021).

(1) Rafael Moneo, “Otra modernidad”, en Curso Arquitectura y Ciudad (Madrid: Círculo de Bellas Artes, 2005), 44-63. http://unidadespegel.dpa-etsam.com/wp-content/uploads/2018/09/edoc.site_rafael-moneo-otra-modernidad.pdf

(2) Antonio Miranda Regojo y otros, OMA/AMO La Casa da Musica, (Madrid: Mairea Libros). http://oa.upm.es/15942/1/CASA_DE_LA_MUSICA_-OPORTO_-_DIGITAL.pdf

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