Frank Lloyd Wright, GEORGE STURGES HOUSE |1939|. Fotografía © Pedro E. Guerrero
La obra de grandes maestros como Frank Lloyd Wright ha sido fotografiada por innumerables profesionales en busca de diversas respuestas. Unos por documentar su belleza, otros como una herramienta para entenderla o simplemente para utilizar su notoriedad como trampolín. Aún así, sí que es verdad que existen ciertos fotógrafos cuyo nombre se vincula inmediatamente a grandes maestros. Un caso conocido es el del fotógrafo Lucien Hervé con la figura de Le Corbusier. Pero otro caso interesante, y desconocido, también es la relación entre la obra de Frank Lloyd Wright con el fotógrafo Pedro E. Guerrero.
Una obra fotografía que he de confesar que era desconocida para mí hasta este momento. Un hecho que sirve de prueba en primera persona de ese anonimato a favor de la obra, o del ego del propio Wright, que Guerrero buscó durante la relación con éste.
Una aptitud, esta de situarse en un segundo plano, que resulta curiosa cuando al indagar un poco más en la figura de Guerrero se descubre que éste fue contemporáneo de dos grandes figuras de la fotografía como fueron Julius Shulman o Ezra Stoller. Dos nombres que en el imaginario colectivo están más unidos al de sus obras fotografiadas que el de los propios arquitectos autores de las mismas. No hay más que la famosa fotografía nocturna del salón de una vivienda con la ciudad de fondo[1] del primero o las futuristas luces y sombras que por su organicismo parecen volar del segundo[2] para darse cuenta de lo difícil que es acordarse del nombre del arquitecto. Totalmente opuestos a la aptitud de Guerrero.
Pero a pesar de esta gran diferencia Guerrero comparte algo con estos dos genios. Y es que analizando la obra gráfica de Guerrero se puede observar el trato escultórico con el que observa a muchas de las obras de Wright. Esculturas complejas para un público culto. Algo que, simplificando quizá demasiado, se puede observar en la obra de Stoller. Pero Guerreo no se detiene ahí sino que también contextualiza las esculturas wrightianas. Algo para lo que no solo se sirve del medio en el que se inserta la obra sino que a veces ésta acaba sirviendo de moderno telón de fondo sobre el que exhibir las vivencias humanas. Característica que, otra vez simplificando, se encuentra en la obra de Shulman.
Estos aspectos, a pesar de lo divergentes que puedan parecer a priori, tienen un fin en común, o mejor dicho un inicio común, ya que su consecuencia última era la de difundir la obra arquitectónica a un público más o menos culto. Una función comunicativa que tenía una gran importancia puesto que no ha de olvidarse que ésta era la casi la única la herramienta, junto con los planos y el tantas veces despreciado texto, con los que la gran mayoría de la población de esos años podía tener acceso a la obra arquitectónica. Pero esta dificultad ahora ha cambiado totalmente. La gran movilidad, tanto física como informativa, es el signo distintivo de la sociedad actual. Y si a eso se suma la facilidad de acceso a cierta tecnología o aplicaciones tecnológicas, resulta una ecuación en la que todo el quiera puede ser fotógrafo de arquitectura. Y casi lo más importante, haciendo caso al axioma daliniano de que conozcan a uno o su obra a toda costa, todo el que quiera puede difundir su obra.
Un panorama que en su actualidad nos plantea una serie de preguntas. ¿Han sabido actualizarse los fotógrafos de arquitectura? ¿Cuál es verdadero valor que éstos añaden hoy en día? ¿Sigue la fotografía teniendo la importancia como instrumento comunicativo que en décadas anteriores? ¿Existen nuevas herramientas en la actualidad que puedan sustituir a la fotografía?
Todas ellas son preguntas difíciles de responder. Y más aún en una época como la actual cuya característica principal es la imagen. Así que se podría suponer que la fotografía hoy está hoy en día más vigente que nunca como herramienta para conocer la arquitectura. ¿Pero no deja de ser ésta una traducción a las dos dimensiones de tres, o más, dimensiones de la arquitectura? ¿no podría la tecnológica actual permitirnos pasear por cualquier obra del mundo desde el sofá de nuestra casa? ¿no podría incluso que la pudiésemos oír, tocar e incluso oler? ¿No sería una mejor forma de conocer la arquitectura? ¿Qué pasaría entonces con la fotografía?
FRANK LLOYD WRIGHT TRABAJANDO EN EL TALIESIN. Fotografía © Pedro E. Guerrero
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[1] Case Study House #22 (Stahl House) de Pierre Koening
[2] TWA Terminal de Nueva York obra de Eero Saarinem