El Centre Pompidou le dedica una retrospectiva a la obra de Charles-Édouard Jeanneret, más conocido como Le Corbusier bajo el titulo « Le Corbusier. Medidas humanas». Arquitecto y urbanista visionario, teórico de la modernidad —pintor y escultor, también—, Le Corbusier tuvo una gran influencia en el siglo XX, al revolucionar la creación arquitectónica y la manera de «habitar». El Centre Pompidou anima al público a comprender la obra de esta gran figura de la modernidad a través de la noción de proporción humana: el cuerpo humano se impone como un principio universal que define todas las dimensiones de la arquitectura y de la composición espacial.
El diseño del Modulor (1944), una silueta de un cuerpo humano de 1,83 m, formaliza un sistema de proporciones basado en el número áureo que permite organizar una armonía definida en función de la morfología humana. Sin embargo, el Modulor —que se impondrá como un auténtico sistema normativo para numerosos arquitectos, al regular tanto la forma de los interiores como la proporción de las construcciones— parece haberse interpretado como un instrumento métrico, una medida puramente abstracta que organiza la arquitectura en virtud de una racionalidad geométrica.
Esta exposición repasa las fuentes del diseño del cuerpo en Le Corbusier, un cuerpo en movimiento que define su concepto de la euritmia (una de las cinco claves de la arquitectura, el «buen ritmo», la proporción). Trata este principio a finales de la década de 1910, bajo la influencia de la escuela de Hellerau, una ciudad-jardín cerca de Dresde en la que su hermano, Albert Jeanneret, sigue los pasos del compositor y pedagogo Émile Jaques-Dalcroze. Este último propone —desde este importante centro de experimentación artística— un método rítmico para aprender música y coreografía mediante una pedagogía del movimiento basada en la percepción física, un conocimiento del espacio organizado por las interacciones entre espacio, tiempo y energía. Estos conceptos tuvieron una gran influencia en Le Corbusier.
La exposición propone una travesía inédita por la obra de Le Corbusier en función de una cronología determinada por las grandes etapas de esta nueva concepción estética. En ella, el cuerpo es «perceptivo», «cognitivo»: permite leer con coherencia los estudios que impulsaron su obra pintada, esculpida y arquitectónica. La crítica suele oponer al Le Corbusier modernista, autor de una arquitectura purista, al Le Corbusier de posguerra, marcado por el brutalismo del hormigón o por formas más orgánicas. Al contrario, la exposición pone de manifiesto la continuidad de su producción.
Empieza con una sala dedicada a la definición del concepto de ritmo y de euritmia. Recoge la influencia de los trazados reguladores de Peter Behrens, de J. L. M Lauweriks y del Voyage en Orient de Le Corbusier, iniciado en 1911. Se remitirá durante toda su vida a los abundantes cuadernos de dibujo y las notas que tomó durante ese viaje iniciático. El arquitecto teoriza entonces sobre la unidad perceptiva y cognitiva de un objeto arquitectónico, a la que acabará simbolizando con un cubo. Se trata del cubo blanco de sus primeros dibujos puristas y de la pintura titulada La Cheminée (1918). Ese cuadro será la piedra angular de su colaboración con el pintor Amédée Ozenfant, con quien funda el movimiento del «purismo» y la revista L’Esprit nouveau. Los estudios se reflejan, en especial, en las naturalezas muertas que organiza como variaciones en función de los trazados reguladores. En una relación crítica con el cubismo, afirman una dimensión psicofísica, la existencia de un «paralelismo psicofísico» entre el alma y el cuerpo, como defiende Gustav Fechner. En esta misma revista, Le Corbusier —que aún era Charles-Édouard Jeanneret— firma por primera vez con su pseudónimo.
Una parte de la exposición está dedicada a la revista y a sus primeras construcciones, que se convertirán en manifiestos. Con el pabellón del Esprit Nouveau diseñado para la Exposición Internacional de Artes Decorativas de 1925, Le Corbusier concreta la instauración de un espacio cognitivo que define a la vez el espacio pictórico, el espacio «habitable», la armonía de las composiciones arquitectónicas y la comprensión del ámbito urbano. En el artículo Des yeux qui ne voient pas, Le Corbusier define el nuevo lugar de la modernidad, el de una sociedad basada en las máquinas, el automóvil, el avión, el barco, donde el movimiento y la movilidad marcan un nuevo concepto del espacio-tiempo. Las casas (Villa Stein, Villa Savoye…) se imponen como manifiestos de esta arquitectura organizada para un cuerpo liberado, pensada como un plano libre visto a la luz.
El epicentro de la exposición es la sala dedicada al Modulor, que presenta unos cincuenta dibujos y objetos. Entre los dibujos para el estudio dela formalización matemática y los que describen las progresiones geométricas, el Modulor aparece más como un instrumento de regulación que como una norma abstracta.
La exposición finaliza con el que fue, a la vez, el proyecto más personal y el más emblemático del pensamiento de Le Corbusier: Le Cabanon. En esta «célula habitacional», construida sobre las rocas frente al mar, en Roquebrune-Cap-Martin, Le Corbusier diseña un espacio mínimo de vida. Esta cabaña aparece como una paradoja para un arquitecto que se caracterizó por la desmesura de grandes proyectos urbanos —la de una intensa comunicación, una publicidad bien orquestada que multiplicaba sin cese la difusión de su imagen—, aunque también por la aspiración a la escasez. En Le Cabanon expresa su voluntad de vivir en un espacio mínimo y minimalista, basado en la simple fisiología del cuerpo. Le Corbusier vivirá allí casi desnudo, y allí cerca desaparecerá durante uno de sus baños diarios en el Mediterráneo, en 1965.
En el Centro Pompidou (Paris) hasta el 3 de agosto de 2015
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