Imágenes © Francesc Miguel
Dicen las malas lenguas que la parte más importante de un edificio es su puerta de entrada, y todavía más concretamente su maneta o tirador. Es el primer contacte físico con el edificio, por tanto, sus características (cálida, ergonómica, pesada…) predisponen -consciente o inconscientemente- la opinión del usuario. Algo así como el primer contacto con un desconocido.
Con este escenario ideológico os quiero presentar la extraordinaria puerta que el arquitecto Rafael Moneo ha colocado en la ampliación del Museo del Prado, comparándola con la entrada “Puerta de Murillo” del mismo complejo. Estrictamente la concepción de la puerta es obra de la artista Cristina Iglesias.
Echemos un primer vistazo analítico:
La composición vertical de las dos fachada es idéntica:
- columnata
- elemento singular que remarca la puerta (balcón o ventana)
- puerta
La altura de las dos puertas es descomunal, por tanto, su referencia no es el ser humano sino el propio edificio.
- Tienen un papel básicamente representativo,
- El nivel funcional -abrir y cerrar una puerta- lo cumple una puerta posterior -más humilde-,
El tratamiento del perímetro de las puertas las diferencia:
- La Puerta de Murillo dispone de jambas y dintel moldurados,
- La Puerta de Cristina Iglesias se coloca en el recorte entre dos materiales de fachada -obra vista y piedra-. La puerta en sí no se remarca.
Finalmente, la factura de la puerta en sí tambien las diferencia:
- La Puerta de Murillo -plafonada, con relieves- responde a las características de su construcción (armazón perimetral, subdivisiones, cuarterones…)
- La Puerta de Cristina Iglesias no deriva de su estructura interna, no permite una lectura “constructiva”.Presenta un superfície fuertemente texturitzada, efectivamente podría ser una escultura.
La vista al salir es espectacular. Aquí plantado, me dió por pensar en qué edificio se sentiría a gusto la puerta.
Escrito por Francesc Miguel, arquitecto
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