Elegir el edificio favorito no es fácil… hacerlo implica poner en la misma lista comparativa todas aquellas obras que por alguna u otra razón, a veces muy dispares, nos han marcado o han pasado a formar parte de nuestros referentes.
Nuestra lista personal es extensa; y las razones para estar en ella pueden ser muy variadas: desde una cuidadosa colocación en el terreno a una fachada magníficamente resuelta, o una sección que soluciona todo un programa.
De todas formas, con el tiempo, nos hemos dado cuenta de que aquellos proyectos que más retenemos en nuestra memoria, y los que más a menudo aparecen en nuestras conversaciones, son aquéllos en los que hemos tenido alguna experiencia; edificios que no sólo hemos podido visitar, sino en los que hemos podido establecer algún tipo de vivencia o relación personal.
En este sentido, aparecen proyectos como La Tourette, donde pasamos un par de días, y en el que el paseo matinal, bajo una fina niebla, todavía nos emociona cuando lo recordamos; o Sankt Klippan, donde estuvimos una mañana entera, completamente solos, disfrutando con cada ladrillo y cada junta del edificio, o la Casa Ugalde, donde tuvimos la suerte de pasar una tarde, con algunos amigos, charlando y tomando algo bajo el porche mientras los niños se bañaban en la piscina. Recordamos esos edificios, pero ya no podemos hacerlo sin desligarlos de nuestra experiencia en ellos…
Si reducimos nuestra lista a estas experiencias, entonces sí podemos elegir un edificio favorito: La Hexenhaus de Alison & Peter Smithson.
Hace un par de años, tuvimos la oportunidad de visitarla con su propietario, Axel Brüchhauser, buen amigo de los Smithson y a quienes encargó las ampliaciones y los pabellones que fueron modificando la casa durante más de 15 años. Allí estuvimos un día entero, disfrutando de la casa, tomando unos vinos mientras Axel nos contaba emocionado su relación tanto personal como profesional con los Smithson. Nos explicaba, mientras sacaba papeles, libros y cartas, cómo les pidió que hicieran su primera intervención a través de una carta firmada por su gato Karlchen, o cómo a medida que iba viviendo en la casa, y aparecían nuevas necesidades, se lo contaba a Alison y Peter para que las resolvieran, o cómo se sentaban los tres en un rincón de la casa para comentar y emocionarse con su siguiente intervención.
La casa fue transformándose durante todo ese tiempo con pequeñas intervenciones a modo de “añadidos” de manera que la estructura original siempre es visible y claramente identificable, pero en cambio, el funcionamiento de ésta, los recorridos, las vistas, los atajos, los puentes… la invierten totalmente convirtiéndola en un traje a medida para Axel y Karlchen e invirtiendo la relación con el bosque que la rodea; de una casa de gruesas paredes, pequeñas aberturas y encerrada en sí misma, la Hexenhaus pasó a ser una extensión del bosque, y éste, un espacio más de la casa.
Tal como escribe Peter Smithson en “Being at home”, la Hexenhaus es una casa hecha a base de decisiones corpóreas, una casa realizada durante un largo período de tiempo, poco a poco, cambiando pequeñas partes, añadiendo un porche, modificando una ventana, más adelante ampliándola con un pequeño pabellón,… según las necesidades de la vida de una persona (y su gato!) durante todos esos años.
Se trata de un proyecto que no puede entenderse totalmente en fotografías, ni puede leerse en los planos, una casa sólo abarcable viviendo en ella… Nosotros únicamente pudimos gozarla durante un día, pero eso ya fue suficiente para entender la grandeza de esta pequeña casa.
Texto e imagen de Anna & Eugeni Bach, 2015
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