Cuando escribí, hace ya tiempo, que Antonio Jiménez Torrecillas había proyectado y construido “un trozo de cielo en el cielo de donde nunca querremos ya marcharnos”, nunca pensé que Antonio nos iba a dejar tan pronto, para irse al cielo. Él mismo era un cielo.
Intento encontrar palabras para expresar cuánto me duele su marcha y no las encuentro. Antonio era no sólo un pedazo de arquitecto sino que, sobre todo, era una persona excepcional. Siempre alegre, siempre positivo, siempre optimista. Cuando yo era pequeño, mi madre me llamaba “corazón con patas”. Antonio sí que era de verdad un “corazón con patas”. Tuve la suerte de verle varias veces en Madrid en estos últimos meses y nunca perdió ni un ápice de su permanente sonrisa. Cuando le preguntabas por sus cosas él siempre respondía preguntándote por las tuyas. Siempre pensando en los demás con una generosidad extrema.
No he conocido a un arquitecto más querido por los demás arquitectos, ¡y mira que son quisquillosos los arquitectos! Hablabas de Antonio y todos, todos, enseguida hablaban maravillas de él. Porque era realmente maravilloso.
Eres realmente maravilloso Antonio, y como me estás oyendo, porque sigues estando con nosotros, déjame decirte cuánto te quiero y te admiro. Estoy oyendo tu voz poderosa y tus risas sonoras. Y te veo aquí entre nosotros con tu mirada brillante y tus gestos acogedores y tus abrazos generosos. Y con Elena en tus brazos y Evita con Eva a tu lado. Tú sí que eres un “corazón con patas”.
Texto e imagen de Alberto Campo Baeza (2015)
¿quieres más imagenes y comentarios? pásate por facebook y twitter
Pingback: Blog de Fundación Arquia | CORAZON CON PATAS·